HISTORIAS DE LA HISTORIA

Hay nombres que atraviesan los siglos cargados de un eco incómodo. Nombres que no se pronuncian sin despertar sospechas, imágenes oscuras, juicios previos. El de Lucrecia Borgia es uno de ellos. Basta escucharlo para que aparezcan palabras como veneno, incesto, conspiración, crimen. Pero ¿qué hay realmente detrás de esa fama? ¿Qué parte pertenece a la historia y cuál al rumor, al miedo, a la propaganda política y al prejuicio contra una mujer que vivió demasiado cerca del poder?Esta noche vamos a viajar al corazón del Renacimiento italiano, a una época brillante y violenta a la vez, donde el arte convivía con la traición, donde los papas gobernaban como príncipes y donde las familias se disputaban ciudades y territorios como si fueran piezas de ajedrez. En ese mundo nació Lucrecia Borgia, hija de un papa, hermana de un caudillo temido, esposa por conveniencia desde la adolescencia y, durante siglos, personaje prisionero de una leyenda que casi nadie se detuvo a cuestionar.Hoy no vamos a contar la historia fácil ni la versión sensacionalista que tantas veces se ha repetido. Vamos a escuchar a la historia con calma, a leer entre líneas, a separar los documentos de las invenciones, el mito del ser humano. Porque detrás de la femme fatale que la literatura fabricó hay una mujer real, marcada por su tiempo, utilizada como instrumento político y juzgada sin derecho a réplica.Durante los próximos minutos, les invito a acompañarnos en este viaje al pasado para mirar a Lucrecia Borgia sin prejuicios, sin morbo y sin condenas heredadas. No para absolverla ni para condenarla, sino para comprenderla. Porque a veces, entender la historia consiste precisamente en atreverse a escuchar aquello que durante siglos fue silenciado.

Esta semana, en Historias de la Historia, nos detenemos en la figura de Manuel Azaña. Un nombre que aparece con frecuencia cuando se habla de la Segunda República, de la Guerra Civil y de uno de los periodos más intensos y complejos de la historia contemporánea de España. Pero más allá del personaje político, Azaña fue también escritor, intelectual y testigo privilegiado de un país que buscaba transformarse mientras se deslizaba, casi sin darse cuenta, hacia el abismo.

El mito del Preste Juan es una de las leyendas más fascinantes que surgieron en la Europa medieval: la historia de un rey-sacerdote cristiano que gobernaba un reino remoto, inmensamente rico y justo, perdido en algún punto entre Oriente y África. Su figura encendió la imaginación de monarcas, cruzados, mercaderes y exploradores durante más de cuatro siglos. Desde las primeras crónicas que lo situaban en Asia hasta las versiones posteriores que lo trasladaron a Abisinia, el Preste Juan se convirtió en una mezcla irresistible de fe, esperanza política y deseo de hallar un aliado cristiano en tierras dominadas por el islam.

Esta semana viajamos a uno de esos momentos en que Europa decidió reinventarse lejos del ruido de los cañones. En 1713, en la tranquila ciudad de Utrecht, un puñado de diplomáticos, plumas en mano y mapas extendidos sobre una mesa, dibujaron un nuevo equilibrio de poder que cambiaría para siempre el destino del continente. Fue una paz difícil, llena de renuncias, intereses cruzados y promesas rotas, pero también el inicio de una nueva era.

Lina Cavalieri, nacida un día de Navidad y recordada como “la mujer más bella del mundo”, fue mucho más que un rostro perfecto: fue una artista indómita que convirtió su vida en un escenario. Soprano de éxito internacional, actriz, empresaria, musa de fotógrafos y pintores, icono de la belleza y símbolo de una época que despertaba al siglo XX, su historia es la de una mujer que escapó de un orfanato para conquistar París, Nueva York y San Petersburgo con una voz poderosa y una determinación inquebrantable.