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Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda

Juan David Betancur Fernandez
Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda
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  • 722. Bochica (Leyenda Muisca Colombia)
    Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur [email protected]ía una vez en en lo que hoy es conocido como la sabana de Bogotá en Colombia, una tribu Muisca que comenzaba a asentarse y apenas comenzaban a subsistir a partir de las cosechas de maíz y papas. Sus sacerdotes oraban cotidianamente para que la gran laguna de Iguaque bajara de nivel para así poder tener más tierras aptas para cultivar. Como cazadores usaban sus cerbatanas para cazar algunos armadillos y dantas y como pescadores sacaban alimentos de los bagres y capitanes de los lagos.Sin embargo un dial llego a sus tierras un anciano de barba blanca y cabellera abundante que le llegaba hasta la cintura y vestía con una túnica larga que amarraba con un broche de oro. Su caminar era ágil pese a estar descalzo. Su rostro era bondadoso y justo que irradiaba confianza y paz. Los muiscas recibieron con amistad al hombre y poco a poco fue ganándose el cariño de todos en la tribu. El hombre se llamaba Bochica y poseía una sabiduría mayor y diferente a la sabiduría de los sabios de la tribu. Rápidamente se dedico a ensenarles sistemas de cultivo y cosecha as eficientes y como hilar, tejer y pintar mantas de algodón. Les enseño además a trabajar como hacer ollas de barro, vasijas y utensilios utilizando los modos de fabricación de un buen alfarero. Por ultimo les enseno los principios morales de convivencia y respetos y las normas básicas de gobierno de su población. Era pues Bochica un enviado de los dioses que les estaba transmitiendo los mejores códigos sociales que les permitiera vivir en mayor armonía. Pero Bochica era un ser errante y al igual que había llegado un día caminado otro día se fue de allí igualmente caminando. Pero antes de irse les recordó que las normas sociales que les había ensenado debían respetarse o si no los dioses se enojarían y vendrían casticos insospechados. Con Bochica ausente la vida continuo en el pueblo Muisca, pero pronto apareció una hermosa mujer de origen desconocido que irradiaba poder y seducción . Su nombre era Huitaca. Huitaca predicaba lo contrario a Bochica en vez de austeridad y trabajo duro, ella invitaba a la alegría y a los excesos. Solía decir que la vida debía aprovecharse en fiestas, borracheras y placeres carnales. Su rebeldía constrastaba con el mensaje de Bochica, pero el pueblo Muisca fue adoptando este nuevo mensaje abandonando los ejemplos de Bochica y viviendo en un mundo sin responsabilidad. Y sucedió lo que Bochica había advertido. El dios Chibchacun ofendido al ver que los indígenas ya no trabajaban la tierra y vivían en fiesta permanente decidio castigarlos ejemplarmente. Una madrugada se dejo caer un violento aguacero, Los Muisca inicialmente no prestaron mayor atención, pero la lluvia era continua y parecía que no fuera a menguar. Pasaban días y no parecida escampar pese a que los sacerdotes hacían plegarias al dios para que detuviera dicho torrente de agua. Los Riachuelos comenzaron a salirse de sus cauces y las quebradas ya llevaban troncos y piedras arrastrando todo cuanto encontraban a su paso. Los Muiscas vieron como el nivel del agua había cubierto toda la sabana y tuvieron que treparse primero en los techos de sus choza y luego en los arboles de los bosques cercano. Finalmente no tuvieron más recurso que trepar hasta las cimas de las montanas más cercanas. Desde allí pudieron observar como su planicie era ahora un lago enorme que se había devorado sus casas, cultivos y animales. Todo era desolación y ellos arrepentidos recordaron a Bochica y su advertencia y rezaron para que este regresara a salvarlos. Y sus plegarias fueron oídas. Una tarde dejo de llover y el sol de nuevo comenzó a salir en aquella
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  • 721. El pescador y los gigantes (leyenda MicMac)
    Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur [email protected]ía una vez un hombre de la tribu Micmac  que vivía con su esposa. Ambos vivían muy aislados en una bahía de aquel inmenso Mar. Su existencia era solitaria, lejos del humo de otras aldeas, y marcada por una pobreza profunda. Aunque el océano era vasto, sus redes a menudo subían vacías de peces y sus numerosos hijos conocían demasiado bien el dolor del hambre ya que pocas veces podían comer abundantemeneUn día, buscando cambiar su suerte, la pareja remó en su frágil canoa mucho más allá de lo habitual, perdiendo de vista la línea de la costa y de su bahia. Fue entonces cuando el mar, caprichoso y traicionero, dejo caer  una niebla densa y blanca que los cubrió totalmenteborrando el sol y el horizonte, dejándolos a la deriva en un un mar gris, hostil y silencioso..De repente, el silencio se rompió. No fue el viento, sino un sonido rítmico y atronador: ¡Chap, chap, chap!. Eran remos, sin duda alguna pero para la pareja ese sonido era tan profundo que hacía vibrar el agua. De entre la niebla emergió una sombra colosal, una canoa del tamaño de una isla flotante tripulada por figuras que tocaban el cielo. El terror paralizó a la pareja; se creyeron muerto ya que esos seres podrían matarlos en segundos. Sin embargo, una voz resonó, no como un trueno de ira, sino con una calidez sorprendente.— (Hermanito mío, ¿a dónde vas?) —preguntó el líder de los gigantes, inclinándose hacia ellos.El pescador, con la voz temblorosa, confesó que estaban perdidos. El gigante sonrió, y en su rostro no había malicia, solo una bondad inmensa.—Venid con nosotros —dijo—. Mi padre es el jefe de nuestra raza y con seguridad seréis tratados como familia.Ante la mirada atónita de la pareja, dos de los gigantes deslizaron suavemente la punta de sus remos bajo la pequeña canoa y la levantaron del agua como si fuera una simple astilla de madera, depositándola dentro de su propia embarcación monstruosa. Los gigantes observaban a sus "pequeños amigos" con la misma fascinación y ternura con la que un niño humano miraría a una ardilla voladora encontrada en el bosque.Al llegar a tierra firme, la escala del mundo cambió. Tres (chozas ) se alzaban ante ellos, cada una de ellas era tan altas como montañas, y se perdían sus techos en las nubes bajas. De la choza central salió el Jefe Oscoon. Era más alto y anciano que los demás, con ojos que contenían siglos de sabiduría. Al ver a la pareja, su alegría fue genuina. Tomó la canoa en la palma de su mano, con el hombre y la mujer aún sentados dentro, y los llevó al interior de su hogar, colocándolos con suavidad y delicadeza en una de las esquina de la estructura, sabiendo que allí se sentirían  seguros y protegidos.La vida en la Tierra de los Gigantes era una maravilla constante. El Jefe Oscoon, consciente de la fragilidad de sus huéspedes, les servía comida con extremo cuidado. Un solo bocado de la mesa de un gigante era suficiente para alimentar a la pareja durante años, y cuando el jefe les hablaba, lo hacía en un susurro apenas audible para no romperles los tímpanos, ya que la voz original  habría sido un grito que se podría oír a cien millas de distancia.Sin embargo, incluso los gigantes tenían enemigos. Un día, Oscoon reunió a la pareja con semblante serio.—Se acerca una gran batalla —anunció—. El Chenoo, el monstruo de hielo del norte, vendrá en tres días.Para protegerlos, el jefe envolvió a la pareja en capa tras capa de pieles gruesas y les tapó los oídos, pues el grito de guerra del Chenoo era mortal para los mortales. La batalla fue feroz. A pesar de las protecciones, el primer grito del monstruo casi detuvo sus corazones; el segundo dolió menos,
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    13:12
  • 720. El árbol de Boston.
    Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur [email protected]ía una vez en la ciudad de Halifax en Canada durante la primera guerra mundial una combinación de hechos que resultaría fatal. Era el 6 de diciembre de 1917 y el comercio de municiones entre america y Europa estaba en todo sus apogeo. Aquel día el carguero Frances SS Mont-Blanc se aprestaba a entrar a el puerto de Halifax después de haber cargado casi 3000 toneladas de explosivos en nueva york y esperando ser parte de un convoy que partiría a Europa. En su entrada a puerto  el capitán de el Mont Blanc  vio aproximarse el  SS Imo de bandera noruega., El  IMO era un  barco dedicado a transportar suministros de ayuda sanitaria a Europa y necesitaba llegar a Nueva York lo antes posible y ya iba con retrazo. Eran las 8:45 de la mañana El piloto del Mont-Blanc emitió un solo silbato corto, la señal estándar que indicaba que tenía el derecho de paso. En respuesta, el Imo emitió dos silbidos cortos en un desafío desafio indicando que no cedería su posición, el Mont Blank repitió el silbido pero de nuevo el IMO rechazo el pedido y continuo. . A pesar de los repetidos intentos del Mont-Blanc de reafirmar su derecho, el Imo se mantuvo en su rumbo erróneo.Finalmente Ambos barcos cortaron sus motores, pero el movimiento continuo debido a la inercia propia de grandes barcos llevo a ambos en curso de colision . El Mont Blanc giro bruscamente a babor, pero desafortunadamente el IMO termino incrustándose lentamente , muy lentamente en el costado del Mont Blanc a la altura de la bodega principal llena de explosivos. El golpe sacudió violentamente el Mont blanc causando el derramamiento de los barriles de benceno que llevaba en la cubierta. Este benceno altamente inflamable se filtro en las bodegas de carga y. allí el vapor del benceno comenzó a llenar las bodegas repletas de acido pícrico y TNTHasta ese primer momento nada explosivo había sucedido, todo parecía simplemente un golpe entre dos barcos sin perdidas humanas. En Halifax los traunseuntes del puerto vieron la escena y muchos corrieron hasta la orilla para presenciar dicho espectáculo. Dos barcos chocando no se veía todos los días.  Pasaron 20 minutos y nada había explotado milagrosamente. De pronto el SS IMO comenzó a retroceder tratando de desbloquear la situación y apartarse del Mont blanc. Pero esto fue fatal. El roce del metal de ambos barcos mientras se lentamente se retiraban causpo chispas que encendieron de inmediato los vapores de benzol derramado en la bodega. El fuego comenzó alcanzando el combustible de la cubierta. El capitán del Montblanc ordeno a su tripulación que abandonaran el Barco y todos trataron de llegar en bote o a nado a la costa de Halifax. Mientras tanto el barco ya en llamas era un espectáculo para las dos ciudades de Halifax y Dartmouth a ambas lados del estrecho. Era la oportunidad para miles de habitantes de presenciar un incendio espectacular. El Mont blanc siguió sin control y sin piloto y capitán y después de algunos minutos encallo contra el Muelle numero 6. Todo era sorpresa y excitación en la  ciudad ya que un gran barco en fuego había golpeado el puerto, pero solo los pocos marineros del mont blanc que todavía  remaban desesperados hacia la costa  sabían y entendían el  potencial peligro en el que todos los habitantes  estaban.  Y llego las 9 :04 de la mañana el fuego ya era incontrolable y había alcanzado la explosiva carga de la bodega creando una  gigantesca explosión nunca antes vista en la historia. Una bola de fuego se elevo desde aquel barco. El Mont blanc se desintegro instantáneamente y una onda explosiva se movió a más de 1000 metros por segundo a una temperatura de 5000 grados similar a la temperatu
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    9:53
  • 719. Diciembre (infantil)
    Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur [email protected]ía una vez un pequeño pueblo llamado  Valleclaro, En este pueblo la gente solía decir que el año tenía once meses grises y uno dorado. Más aún decían decir que Noviembre siempre se sentía eterno, ya que siempre tenía sus lluvias frías y tardes oscuras. Todos sabían que después de aquellos meses largos siempre venia lo mejor..Además en aquel pueblo vivía un hombre llamado Elias. El era el relojero de el pueblo como igual lo habían sido su padre, su abuelo, su bisabuelo y sus tatara tatara tatara abuelos. Todos los relojeros desque se tenga memoria en aquel pueblo en las montañas. Pero  lo más interesante es que todos sabían que, en la torre del reloj de la plaza, el viejo Elías tenía una misión importante.Al igual que todos sus antepasados Elías no era un relojero común. No solo cuidaba de los engranajes de bronce de todos los relojes del pueblo; él cuidaba del Tiempo de la Alegría.Cuando llegaba La noche del 30 de noviembre, el pueblo se sumergía en un silencio absoluto. Todos se reunian en la plaza del pueblo para ver com. Elias cruzaba la plaza central donde estaba la torre del reloj y subia uno a uno los 300 escalones de la torre.  En su bolsillo Llevaba una pequeña llave de plata que solo usaba una vez al año. Era la misma llave que su tatara tatara tatara abuelo había fabricado cuando instalaron aquel reloj en la torre. —Ya casi es hora —murmuró Elías, mirando por la esfera de cristal hacia el pueblo reunido debajo de la torre.Faltaba un minuto para la medianoche. Elías se acercó al mecanismo principal del gran reloj. No lo ajustó para dar la hora, sino que insertó la llave de plata en una ranura secreta detrás del péndulo. Al girarla, no sonó un clic, sino una melodía suave, como de cascabeles lejanos.¡Bong!La primera campanada de la medianoche resonó, pero esta vez fue diferente. No fue un sonido metálico y frío. La onda expansiva de la campana llevó consigo una brisa fresca que olía a pino, a canela y a leña quemada. La onda de aquel Bong comenzó a cubrir todo el pueblo y rápidamente llego a lo alto de las montanas donde las nubes cargadas de gotas de lluvia comenzaron a vibrar como sacudidas por una mano mágica. Abajo, en el pueblo, la magia comenzaba a ocurrir.Las farolas, que parpadeaban con luz amarilla, de repente brillaron con una intensidad cálida y acogedora.En las vitrinas de las tiendas, el polvo pareció convertirse en escarcha brillante.Incluso el viejo perro del panadero, que siempre dormía gruñendo, movió la cola en sueños.Pero lo más curioso sucedió en el cielo donde todas las nubes se habían reunido esperando el momento justo como lo habían estado haciendo desde hacía muchos muchos años. . Justo cuando el reloj marcó las 12:01 y el calendario oficial cambió a 1 de Diciembre, una de las nubes que estaban sobre la plaza fabrico un copo de nieve y lo dejo caer lentamente como caen los copos de nieve. No era una tormenta, era solo uno.El copo aterrizó en la nariz de una niña llamada Ana, que se encontraba junto a sus padres en la plaza  esperando ver algo especial sintió aquel copo en su cara. Al ser tocada por aquel blanco copo  Ana no sintió frío pero si  Sintió unas ganas inmensas de abrazar a alguien.—¡Mamá, papá! —y saltando se abrazo a sus padres. —. ¡Ya llegó!  Ya llego.  Luego como si una orden hubiera sido dada al interior de las nubes todas comenzaron a fabricar copos de nieve y a dejarlos caer lentamente sobre la plaza del pueblo. Allí uno a uno cada habitante de Valleclaro empezó a sentir los copos de nieve en su cara y todos comenzaron a sentir la alegría y
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    6:47
  • 718. El invitado de Paja (Infantil)
    Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur [email protected]ía una vez en medio de un muy pequeño campo de maíz en las afueras de un pueblo tranquilo, un espantapájaros llamado  Palito. Palito Llevaba años allí, con su sombrero deshilachado y su camisa de cuadros, observando la casa de la familia Miller que eran los dueños de aquel pequeño cultivo. La Familia Miller era muy pobre pero siempre sembraban su pequeña parcela con maíz para ser vendido durante la cosecha. Palito estaba allí para ahuyentar las aves que se comían el maíz y siempre hacia su trabajo lo mejor posible.Aquel año había sido especialmente duro y el Señor Miller temía que iba a tener que vender su casa y su parcela para pagar las deudas. Sin embargo, confiaba en que Dios oiría sus plegarias especialmente ahora que había llegado el Día de Acción de Gracias.Cada año, cuando llegaba el Día de Acción de Gracias, Palito sentía una punzada de tristeza en su pecho de heno. Veía el humo salir de la chimenea, olía el aroma del pavo asado y el pastel de calabaza, y escuchaba las risas amortiguadas por los cristales. Su único deseo era saber qué se sentía al ser parte de esa calidez, aunque fuera por una sola noche.Ese año, el invierno llegó temprano y el viento era helado. "Nadie debería estar solo hoy", pensó Palito. Con un esfuerzo sobrenatural que solo ocurre en las noches mágicas, logró desengancharse de su estaca. Sus piernas de paja crujieron. Se acomodó el sombrero, se sacudió un par de cuervos dormidos y caminó torpemente hacia la casa de los Miller.Al llegar al porche, dudó. ¿Qué pensarían? Se armó de valor y dio tres golpes secos a la puerta: Toc, toc, toc.La puerta se abrió y apareció la señora Miller. Se quedó mirando a la figura extraña: un hombre rígido, con el rostro oculto bajo la sombra del sombrero y paja asomando por los puños de la camisa y unas manos extrañas que parecían hechas con palitos.—Buenas noches —dijo Palito con una voz rasposa, como hojas secas arrastradas por el viento—. Soy... un viajero perdido.Hubo un silencio tenso. De repente, el señor Miller apareció detrás de su esposa, sonrió ampliamente y dijo: —¡No se diga más! En esta casa nadie cena solo en Acción de Gracias. ¡Entra, amigo!Lo sentaron en la cabecera. La mesa estaba llena de manjares. Palito no podía comer, por supuesto; no tenía estómago. Pero la familia no pareció notarlo. Los niños, dos gemelos curiosos, le contaban historias sobre la escuela. El abuelo le servía sidra (que Palito dejaba intacta disimuladamente) y la señora Miller le acercaba los platos para que oliera el vapor.Palito nunca había sido tan feliz. Se sentía humano. Se sentía vivo. Escuchó, asintió y su corazón de paja se llenó de una gratitud inmensa.Cuando el reloj marcó la medianoche, Palito supo que la magia se acababa. Se levantó bruscamente. —Debo irme —susurró—. Gracias por el calor.Salió corriendo hacia el campo antes de que pudieran detenerlo. Volvió a su estaca, se colgó de nuevo y se quedó inmóvil, justo cuando el sol comenzaba a salir.A la mañana siguiente, el señor Miller salió al porche con una taza de café. Miró hacia el campo de maíz y pero esta vez le llamo la atención aquel espantapájaros que siempre estaba pero que el nunca observaba. Hoy este espantapájaros se veía diferente. Brillaba bajo el sol de la mañana con una luz que transmitía felicidad—Papá —dijo uno de los gemelos, saliendo a su lado—, ¿crees que al señor Palito le gustó la cena?El señor Miller sonrió, sin mostrar sorpresa alguna por la pregunta de su hijo. —Estoy seguro de  que si.El señor Miller caminó hasta el espantapájaros para acomodarle el sombrero. Al acercarse, notó algo extraño en
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Acerca de Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda

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