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Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda

Juan David Betancur Fernandez
Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda
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5 de 726
  • 707. La ratoncita Niña (Infantil)
    Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur [email protected]ía una vez en la india  un sabio brahmán que paseaba tranquilo cerca de una fuente. El sol brillaba, los pájaros cantaban, y el agua hacía música al caer. De pronto, vio un cuervo dando vueltas alrededor de una roca. El sabio se acercó a la roca y allí escondido y temeroso estaba un: ratoncitoEl brahmán lo recogió con cuidado, lo llevó a su casa y pensó:—Este ratón ha llegado a mí por algo especial.Entonces, pidió a los dioses que lo transformaran en una niña. Y como los dioses escuchan los corazones buenos… ¡el ratón se convirtió en una niña hermosa y alegre!El brahmán la crió como su hija. Le enseñó cuentos, canciones, y a mirar las estrellas. Pasaron los años, y cuando la niña creció, el brahmán le dijo:—Hija mía, ha llegado el momento de buscarte un esposo. Puedes elegir a quien tú quieras, de toda la Naturaleza.La niña pensó y dijo:—Quiero casarme con alguien tan fuerte que nadie pueda vencerlo.—¡Entonces debe ser el Sol! —dijo el brahmán.Y fue a hablar con el Sol:—¿Quieres casarte con mi hija?Pero el Sol respondió:—Yo soy fuerte, sí… pero la nube me tapa. Ella me vence.El brahmán fue a la nube:—¿Quieres casarte con mi hija?La nube dijo:—El viento me empuja donde quiere. Él es más fuerte.El brahmán fue al viento:—¿Quieres casarte con mi hija?El viento respondió:—La montaña me detiene. No puedo pasar. Ella me vence.El brahmán fue a la montaña:—¿Quieres casarte con mi hija?La montaña dijo:—El ratón me hace agujeros y vive dentro de mí. Él es más fuerte.Entonces el brahmán buscó un ratón. Lo encontró en el campo, y el ratón dijo:—¡Claro que quiero casarme! Hace tiempo que busco una compañera.El brahmán volvió a casa y preguntó a su hija:—¿Quieres casarte con el ratón, que vence a la montaña, que detiene al viento, que empuja a la nube, que tapa al sol?La niña sonrió y dijo:—Sí. Él es el más fuerte.Y entonces el brahmán pensó:—¿Para qué la convertí en niña, si su destino era ser ratón?Pidió a los dioses que la devolvieran a su forma original. Y así fue: la niña volvió a ser ratoncita, y se casó feliz con su igual. 
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    5:56
  • 706. Freida
    Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur [email protected]ía una vez una mujer llamada Freida que  tenía unos ojos que no eran de este mundo. Sus ojos eran verdes pero no ese verde común que puede tener una bella mujer. No. Eran como los de los gatos: intensos, profundos, con ese brillo misterioso que parecía encenderse cuando caía la noche y que es tan característico en los felinos. Y no era metáfora. Literalmente, brillaban. Tenían una fluorescencia  como si llevaran dentro dos luciérnagas inquietas.Su pareja, un hombre tranquilo y algo distraído, se había acostumbrado a esa rareza con una naturalidad sorprendente. Incluso Le parecían útiles En vez de encender la luz para ver la hora, miraba los ojos de Freida. Y si el insomnio lo atacaba, solo decía:—Freida, mi amor, ¿me enfocás los ojitos al libro?Ella, sin decir palabra, giraba la cabeza y lo iluminaba como si fuera una lámpara de lectura. Era una escena tan cotidiana como mágica.Pero Freida no solo tenía ojos de gato. Tenía alma de gato. Le encantaba echarse el borde mismo de la chimenea, donde el calor le envolvía el cuerpo como una manta invisible. Se quedaba ahí horas, inmóvil, con la mirada fija en algún punto que nadie más podía ver. El pescado la volvía loca. Lo olía desde la cocina, desde la calle, desde el mercado. Y cuando se molestaba, ¡ay!, soltaba unos arañazos que dejaban marcas por días.Aun así, él la adoraba. Porque Freida tenía algo que lo hipnotizaba. Era como vivir con un misterio envuelto en piel suave.Pero había algo que no podía perdonarle.Cada enero, cuando el frío se colaba por las rendijas y la luna se alzaba redonda y blanca, Freida se levantaba en plena madrugada. Sin hacer ruido, se escabullía por la ventana y trepaba al tejado. Allí, bajo la luz lunar, caminaba descalza, con los ojos brillando como dos faros verdes. Paseaba como si estuviera en su reino, como si la ciudad dormida fuera su territorio.Él la observaba desde abajo, temblando de frío y de inquietud. Nunca entendía qué buscaba allá arriba. ¿Era nostalgia? ¿Instinto? ¿Locura?Una noche, decidió seguirla. Se puso un abrigo, subió con cuidado por la escalera del patio y llegó al tejado. Freida estaba allí, de espaldas, mirando la luna. Sus ojos brillaban más que nunca.—Freida… —susurró él.Ella se giró lentamente. Y entonces lo vio.No eran solo sus ojos. Su rostro había cambiado. Tenía rasgos más afilados, la piel más pálida, y una expresión que no era humana. En ese momento, él entendió que Freida no era una mujer con alma de gato.Era un gato que había aprendido a ser mujer.Y justo cuando iba a decir algo, Freida dio un salto elegante, silencioso, y desapareció entre los tejados. Nunca volvió.Solo quedó el recuerdo de sus ojos verdes, que a veces, en noches de luna llena, se ven brillar entre las sombras del tejado.y algunas veces siente una presencia silenciosa y delicada caminando por el tejado de su casaPero un día decidido subio al tejado y mientras contemplaba desde allí las luces de la ciudad sintió algo rozarle la pierna. Era un gato. Pequeño, de pelaje gris plateado, con unos ojos verdes que brillaban como los de Freida.El gato lo miró, se acercó, y se acurrucó en su regazo.Él lo acarició con ternura, y en ese instante, lo supo.Freida no se había ido. Solo había vuelto a su forma original. Y aunque ya no podía hablarle, ni iluminarle los libros, ni dormir a su lado como antes… estaba allí. Con él. En silencio. En forma de amor que no necesita palabras.  
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  • 705. La mosca
    Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur [email protected] una vez un hombre que con aspecto cansado y mirada distraída se sentaba en el patio trasero de su casa. El hombre de edad adulta ya se movia lento y algunas veces sentía que algunas de sus fuerzas ya no eran lo que había sido anteriormente. Aquella tarde soleada la veía como apropiada para leer un libro. Abriendo el libro se dispuso a comenzar su lectura pero una mosca comenzó a molestarlo. La mosca le zumbaba cerca de su oído causándole mucha molestia. Con su mano trato de ahuyentarla pero la mosca simplemente se poso en su brazo, el hombre trato de atraparla con su otro brazo pero la mosca volaba y le seguía dando vueltas a su cabeza. Por mucho que el hombre trataba de salir de ella, la mosca siempre retornaba a su alrededor. Siempre volvía. Al principio la trato como a cualquier insecto molesto, pero a medida que la observaba algo en su vuelo le parecio distinto. Su movimiento no era erratico o torpe. El vuelo era muy coordinado y deliberado. Se podría decir que era preciso como si la mosca lo estuviera examinando y estudiando. Extranado trato de espantarla con más fuerza utilizando para ello el libro que sostenia en su mano. Pero la mosca era muy ágil y nunca se dejo atrapar. Frustrado el hombre se paro de su silla y trato de capturarla saltando hacia donde la mosca estaba volando pero ella simplemente volo más alto y desde allí se dirigió al borde del patio. El hombre vio como la mosca finalmente se posaba sobre algo que el inicialmente no distinguia. Curioso se acercó hasta ese lugar y allí lo reconoció La mosca estaba sobre el cuerpo sin vida de un pequeño ratón. Allí había otras moscas pero esta en particular lo observaba fijamente a el.La mosca lo estaba mirando. Con sus ojos de multiples facetas. El hombre sintió que la mosca comenzaba a comunicarse con el y sintió una voz en su mente. Era la voz de la mosca que le decía. Aquí estaré. Aquí esperare no te preocupes. El hombre tenso su cuerpo y dijo dirigiéndose a la mosca. Esperaras a que.. Ya sabes sucederá pronto no tengo ningun afan. Sintió la mosca diciendole. El hombre  perturbado no quiso insistir, porque en el fondo había entendido. Lo supo con una certeza que le helaba la sangre.Ella simplemente esperaba que sucediera y ellas siempre saben cuando va a suceder. 
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    3:41
  • 704. Lilo (Infantil)
    Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur [email protected] una vez enn los salones celestiales, donde los pensamientos se convierten en melodía,  la luz no proyecta sombra y el tiempo se pliega como pétalos dejando que las emociones floten libres, un ángel sin nombre  que fue convocado por el Consejo de la Alegría. Allí frente al consejo oyo como el anciano del viento le decía. Los humanos han olvidado como recibir alegría sin condiciones  La tierra, necesita un nuevo tipo de consuelo: no uno que hablara, ni que predicara, sino uno que simplemente estuviera, irradiando dicha sin palabras.—Escoge tu forma —le dijeron—. Debes vivir entre los humanos, ser parte de sus días, de sus hogares, de sus silencios. El ángel escuchó. Su misión no era salvar, ni corregir, ni iluminar. Era estar. Ser presencia. Ser pausa. Ser caricia.El ángel descendió por la espiral de los vientos y observó. Vio niños llorando en rincones, ancianos solos en parques, parejas que discutían por cosas pequeñas. Vio también risas, abrazos, juegos... pero notó que la felicidad era frágil, como una pompa de jabón.Entonces, en una plaza en una tarde de otoni, vio a una anciana sentada en un banco. A su lado, un pequeño perro de pelaje blanco y dorado, ojos redondos como botones y hocico chato, la miraba con devoción. No pedía nada. Solo estaba allí. La mujer le hablaba como si fuera su nieto, su confesor, su memoria. y el perro, sin decir palabra, parecía entenderlo todo.El ángel supo.—Quiero ser eso —dijo—. Quiero ser un Shih Tzu.Y así fue.Nació en una camada de cinco, en una casa modesta. Lo llamaron Lilo sin saber que su nombre era más antiguo que las estrellas. Tenía el andar saltarín, la lengua siempre afuera, y una mirada que parecía decir: “Estoy aquí para ti”.Donde iba, dejaba una estela de calma. Los niños dejaban de llorar al acariciarlo. Los adultos, al mirarlo dormir hecho ovillo, recordaban que la ternura también es una forma de resistencia. Los ancianos lo sentían como un guardián silencioso, un compañero que no juzga ni exige.Lilo no ladraba mucho, pero cuando lo hacía, era como si dijera: “Estoy contigo. Todo está bien”.Cada noche, cuando todos dormían, Lilo  se sentaba frente a la ventana y miraba las estrellas. En su interior, aún recordaba el Reino de la Luz. A veces, sus ojos brillaban como si recibiera mensajes. A veces, sus patas se movían como si danzara con seres invisibles.Dicen que los niños que lo miraban fijamente podían ver cosas que no sabían nombrar: recuerdos de otras vidas, promesas de futuros dulces, abrazos que aún no habían ocurrido. Fue tal la experiencia que estaban teniendo en la tierra con aquel Angel llamado Lilo que los sabios del consejo de la felicidad en el cielo decidieron que a partir de aquel momento todos los ángeles que fueran enviados a la tierra tendrían que tener la forma de un cachorro ya que nada en el mundo podía transmitir tal alegría como un perrito. . Y una grupo de ángeles han vivido en muchos  hogares, siempre llegando justo cuando alguien más lo necesitaba. Un niño con pesadillas. Una mujer que acababa de perder a su madre. Un hombre que había olvidado cómo reír. A todos les enseñan a jugar de nuevo, a detenerse, a mirar el mundo con ojos de botón.Y así cuando Lilo recorre las calles con su familia claramente sabe reconocer a otro ángel y se le acerca a olerlo como un saludo de una logia secreta. Todos vienen del cielo. Y sabe lilo que cuando su cuerpo de Shih Tzu sea como las hojas del otono, cuando sus patitas ya no corran como antes, se recostara bajo un árbol y mirara al cielo agradeciendo los anos de felicidad que habrá regalado. Y desapar
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    5:48
  • 703. El otro
    Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur [email protected] una vez un hombre llamado Julian  que vivía una vida muy tranquila . A sus 40 años todo le había salido bien, pero hacia varios días estaba teniendo algunos sueños perturbadores durante la noche. Había estado soñando que estaba en algún otro lado y que nada de lo que hacia se parecía a lo que usualmente hacia. Esto le pareció extraño y gracias a un consejo de un buen amigo decidio visitar a un psiquiatra. Con la dirección apuntada en un pequeño papel llego al edificio donde el doctor tenía su consultorio y decidido entro en la oficina del psiquiatra para comentarle un poco de sus extraños sueños. Después de auscultarlo y escucharle la narración el psiquiatra le hizo algunos test y después de algunos momentos le dijo. Mi amigo usted sufre de un severo caso de desdoblamiento de la personalidad que se manifiesta durante la noche. Déjeme lo hipnotizo para regresarlo a una de sus personalidades Julian oyó estas palabras y no podía creerlo. Soltó una carcajada y dijo. Que disparate esta diciendo yo se quien soy y no acepto su diagnostico. Al salir del consultorio empezó a preguntarse a si mismo. Como podía ese medico decir eso. Como podía no ser el mismo. Como podía existir otro yo que viviera su vida sin que el lo supiera. Y como era posible que el no supiera nada. Indignado decidio olvidar aquella consulta tan absurda. Pero el destino y el mundo no estaba dispuesto a dejarlo en paz. Mientras caminaba por la calle vio como una pareja se le acercaba y lo saludan con mucho entusiasmo. Ernesto que bueno que te encontramos. Hace días no nos veíamos. Como has estado. Que ha sido de ti en estos últimos meses. Julian extrañado les dijo. Ernesto quien es Ernesto. Yo soy Julian. La pareja solto una risa y dijeron. Que bromista eres Ernesto. Nos tenemos que ir pero te esperamos en nuestra casa para comer algún día.  Julian los vio partir y siguió caminando pensando que seguramente lo habían confundido con otro. Pero al llegar a la plaza del pueblo vio como un hombre se le acercaba y le decía. Ernesto como te atreves a estar en la calle, deberías estar trabajando, tu jefe se va a enterar y te va a despedir. Julian que no trabajaba no entendio como le decían eso pero de nuevo pensó que simplemente lo habían confundido con un tal Ernesto de nuevo. Acelero el paso deseando llegar a su casa, pero al llegar a su puerta y tratar de abrirla se dio cuenta que su llave no funcionaba. Trato varias veces pero nunca funciono. Así que alterado toco el timbre de la puerta. La puerta se abrio y una mujer que el claramente reconoció como su madre le dijo. Buenas tardes, digame quien es usted y en que le puedo ayudar. Julian no podía creer lo que estaba sucediendo. Allí estaba frente a su madre y ella no lo reconocia. Desesperado le dijo. Madre soy Julian, Pero la mujer le dijo. Lo siento joven no soy su madre y no se quien es Julian. Le propongo que se aleje antes de que mi hijo Ernesto llegue. Allí todo fue oscuro en la mente de Julian. Todos hablaban de un tal Ernesto y nadie lo reconocia como Julian e inmediatamente recordó lo que el psiquiatra le había dicho.   Seguramente si tenía un problema de doble personalidad y que ahora estaba convertido en otro que el no reconocia. Asustado retrocedio y salió corriendo. Y corrio y Corrio hasta que llego al edificio del siquiatra y empujando la puerta de consultorio lo enfrento. Doctor devuélvame mi otra personalidad Yo no soy Ernesto yo soy Julian El medico lo miro con mucho desconcierto y le dijo. Disculpeme quien es usted, mientras pulsaba discretamente el boton de emergencia que tenía bajo su
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    5:54

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Acerca de Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda

Este podcast está dedicado a los cuentos, mitos y leyendas del mundo.
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