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¡Música, maestra!

Margarita Lorenzo de Reizabal
¡Música, maestra!
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5 de 52
  • Las 5 obras más famosas de la música clásica española
    La primera mitad del siglo XX fue en España un periodo especialmente prolífico en lo que a creación musical se refiere. Algunos de los compositores más destacados de nuestro país desarrollaron su actividad durante esta época y dejaron grandes obras que hoy siguen interpretando tanto orquestas sinfónicas como solistas de distintos instrumentos musicales en auditorios y salas de conciertos de todo el mundo. El amor brujo de Falla (1915)   Se trata de una de las obras de música clásica española más interpretadas y versionadas de la historia de la música de nuestro país. Manuel de Falla compuso esta pieza por encargo de la bailarina y cantaora Pastora Imperio, con la que le unía una gran amistad, y se estrenó el 15 de abril de 1915 en el Teatro Lara de Madrid contando con la interpretación vocal de la propia Pastora y la dirección orquestal de José Moreno Ballesteros. El ballet, ambientado en un barrio gitano de Cádiz a principios del siglo XX, narra la historia de Candela, una gitana que descubre la infidelidad de su amante y, poco dispuesta a dejarlo escapar, busca la ayuda de una bruja que con un hechizo le ayudará a recuperar su amor. A pesar del éxito de la música de Falla, la obra pronto comenzó a tener problemas de interpretación debido a que estaba concebido para una protagonista en concreto, motivo por el cual Falla realizó diversas revisiones de la obra, incluyendo arreglos instrumentales para los números que habían adquirido mayor éxito. Llegó a realizar más de diez versiones diferentes, incluyendo en ellas arreglos para música de cámara, orquestas tanto sinfónica como de cámara, baile pantomima, ballet y suite concierto. Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo (1939) El Concierto de Aranjuez es una pieza de música clásica española compuesta en París en 1939, pero se estrenó el 9 de noviembre de 1940 en el Palau de la Música Catalana de Barcelona. Es la primera obra compuesta para guitarra española y orquesta y marcó el inicio de la posguerra, un momento especialmente difícil para los artistas españoles. Joaquín Rodrigo, otro de los grandes compositores españoles de música clásica, era prácticamente ciego desde los tres años y utilizaba un peculiar sistema para componer: primero escribía la notación en braille, con la ayuda de un copista lo pasaba a un pentagrama y finalmente presentaba la partitura definitiva tras haberla corregido. Acompañado de su mujer, entró a España por la frontera francesa con el manuscrito del Concierto de Aranjuez en braille. Suite Iberia de Isaac Albéniz (1905-1909)  Iberia es un conjunto de cuatro cuadernos de tres piezas cada uno que el compositor escribió mientras residía en París. Aunque se agrupan en una sola obra, se trata de piezas independientes que no estás dispuestas siguiendo ningún orden determinado. En cada una de estas piezas, Albéniz evoca un lugar, fiesta, canción o danza de la península ibérica, con especial atención a las regiones del sur de España. Se trata de una colección de piezas de gran riqueza tímbrica y de elevada complejidad técnica. Las dificultades que conlleva la ejecución de las piezas contrastan con la naturalidad y frescura de su sonido. Albéniz tardó unos años en finalizar su obra de música clásica más importante y le supuso el reconocimiento de compositores tan destacados como Debussy o Messiaen, que dijo “es la maravilla del piano, ocupa quizá el más alto puesto entre las más brillantes muestras del instrumento rey por excelencia”. Goyescas, de Enrique Granados (1911) Bajo el título Los majos enamorados, las seis piezas que componen la suite nos transportan, a modo de sueño romántico, a la España idealizada de Francisco de Goya (1746-1828), con sus luces y sus sombras, y nos relatan una historia de amor con final trágico -la muerte del Majo– seguido de la conclusión, desde mi punto de vista, de que el amor perdura más allá de la muerte. Esta obra de música clásica española hace referencia a las pinturas de Francisco de Goya, del que Granados era un gran admirador. Fue la obra maestra del compositor catalán y nació como una suite para piano que más adelante, en 1915, se convirtió en una ópera. Está compuesta por dos cuadernos y seis piezas, que en total duran una hora aproximadamente. Salvo en el caso de El pelele, una séptima pieza que sí aludía a un cuadro concreto del pintor, la intención de Granados con esta obra no era reflejar una obra de Goya en particular, sino la atmósfera general que transmitían sus pinturas y grabados. Danzas fantásticas, de Joaquín Turina (1919)  las Danzas fantásticas de Turina nacieron como una obra para piano que más adelante se versionó para orquesta sinfónica. Esta obra de música clásica está formada por tres partes inspiradas en la novela La orgía de José Mas: una jota aragonesa titulada Exaltación, un zortziko vasco, Ensueño, y por último una farruca andaluza que llamó como el libro en el que está basada: Orgía. Considerado un niño prodigio desde los cuatro años, Joaquín Turina fue también intérprete, musicólogo y el mayor exponente del denominado nacionalismo musical que se desarrolló en España en la primera mitad del siglo XX.
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    58:43
  • Recordando algunos compositores vascos de música clásica
    La música clásica vasca ha dado figuras de renombre internacional en el pasado y sigue dándolas en el presente. Maurice Ravel es sin duda uno de los grandes compositores de origen vasco. Ravel representa una de las tendencias comunes a muchos compositores vascos: trabajan fuera del País Vasco, lo hacen en otros idiomas, pero jamás olvidan su identidad vasca. Con la Ilustración, con la mirada puesta en Europa y sobre todo en Francia, comenzaron los intentos por modernizar la música clásica vasca. La Real Sociedad Bascongada de Amigos del País fue la base de este movimiento y desarrolló, no sin oposición, una intensa actividad musical desvinculada de lo religioso. En aquel ambiente surgió la figura del compositor Juan Crisóstomo Arriaga quien compuso su primera obra a los once años. Su muerte prematura sin cumplir los veinte años privó a la música vasca de una figura excepcional. En el ambiente musical madrileño de finales del XVIII destacaron dos músicos de origen vasco: Hilarión Eslava y Blas de Laserna. El primero marcó la transición en la música española de los usos religiosos al patronazgo profano. El segundo fue el gran maestro de la tonadilla escénica. A fines del siglo XIX surgen en buena parte de Europa las llamadas escuelas nacionalistas, que buscan integrar las tradiciones musicales de cada pueblo dentro de la música erudita. En el caso vasco, esos elementos serán el zortziko, que se identifica de la mano de José María Iparragirre y, en mucha menor medida, la jota. A principios del siglo XX hubo el intento de elaborar una ópera nacional en euskera, pero este proyecto se vio eclipsado por el éxito de la zarzuela en castellano. Las zarzuelas de Jesús Guridi y Pablo Sorozabal tuvieron un gran éxito. Mientras, Jose Antonio Zulaika Aita Donostia despuntaba en la investigación de la música vasca. Después de la guerra civil el propio Guridi y Francisco Escudero, Karmelo Bernaola y Antton Larrauri fueron los compositores más relevantes. En la actualidad, Agustín González Acilu es uno de los compositores más relevantes del  panorama contemporáneo vasco. Con todo, la figura más conocida a nivel internacional de la composición musical vasca, no cabe duda, es Luis de Pablo. La continua experimentación es una característica común a ambos. En las generaciones posteriores Zuriñe Fernández Gerenabarrena, discípula de Bernaola, brilla con luz propia. También habría que citar a Ramón Lazkano y a Gabriel Erkoreka, faltaría más. Igual que Bernaola ha compuesto para el cine. En ese ámbito, el trabajo de Angel Illarramendi y Alberto Iglesias es imprescindible. Y en los últimos tiempos, destaca en el panorama de las bandas sonoras el vizcaíno Fernando Verlázquez.
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    57:31
  • La música clásica y las guerras
    La relación entre la música clásica y las guerras ha sido profunda, compleja y, a menudo, conmovedora. A lo largo de la historia, la música ha acompañado a los ejércitos, ha servido de consuelo a los pueblos y ha sido utilizada tanto como herramienta de propaganda como de resistencia. Este programa explora cómo los grandes conflictos bélicos han influido en la creación, interpretación y significado de la música clásica. Las guerras del siglo XX, especialmente la Primera y Segunda Guerra Mundial, alteraron profundamente la vida y la obra de los grandes compositores europeos. Muchos experimentaron el exilio, la censura, la persecución o la pérdida de seres queridos, y estas experiencias se reflejaron en sus composiciones y trayectorias. Compositores como Arnold Schönberg, Erich Wolfgang Korngold, Paul Hindemith y Kurt Weill, aclamados antes de la guerra, sobrevivieron a los conflictos en países enemigos tras huir del nazismo. Tras la derrota alemana en 1945, resultaba doloroso para los alemanes y austríacos aceptar la música de estos grandes creadores, que habían sido forzados al exilio y, en muchos casos, considerados "arte degenerado" por el régimen nazi. El exilio, provocado por la persecución política y la censura, obligó a muchos músicos a abandonar sus países de origen. Esta experiencia generó cambios profundos en su producción artística. Los músicos, al verse desplazados, exploraron nuevas sonoridades, replantearon su poética y adaptaron sus mensajes a las realidades de los países de acogida. Lejos de sus lugares de origen, los músicos exiliados establecieron redes políticas y artísticas con movimientos y organizaciones afines en el extranjero. Estas alianzas permitieron la continuidad de la actividad musical y la difusión de sus mensajes de resistencia, así como la colaboración con otros artistas exiliados o locales, lo que enriqueció su obra y amplió su alcance El exilio también trajo consigo sensaciones de aislamiento cultural y soledad, lo que en algunos casos provocó periodos de inactividad creativa o crisis personales. Sin embargo, para muchos artistas, la necesidad de expresar el dolor, la nostalgia y la esperanza se tradujo en obras profundamente emotivas y comprometidas, que se convirtieron en símbolo de resistencia y memoria colectiva En contextos de censura y persecución, el exilio fue, para numerosos músicos, una vía de supervivencia física y artística. Les permitió salvar sus vidas y las de sus familias, así como conservar la posibilidad de seguir creando, aunque fuera en condiciones adversas y lejos de su público original El exilio y la persecución no solo afectaron la vida personal de los músicos, sino que también transformaron su producción musical, llevándolos a experimentar, resistir y construir nuevas identidades artísticas en contextos internacionales, muchas veces convertidos en referentes de la memoria y la denuncia política. La música clásica, lejos de ser solo un arte elevado, ha sido una compañera inseparable en los momentos más oscuros de la humanidad, sirviendo de consuelo, resistencia y, a veces, de arma. Su historia en tiempos de guerra nos recuerda el poder del arte para transformar, unir y dar esperanza incluso en medio del horror.
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    56:17
  • Música y arte, un vínculo histórico (I parte)
    En el programa de hoy repasamos los vínculos que históricamente han unido la música con las otras artes y la literatura. Lo hacemos por períodos históricos, comenzando desde la Edad Media hasta el Impresionismo de principios del siglo XX, revisitando pintores y artistas que se relacionaron con la música, ya sea representando en sus obras compositores, instrumentos musicales o escenas sociales en las que interviene la música, o, incluso, componiendo ellos mismos música. Analizamos los paralelismos entre las artes y la música de cada momento histórico y el modo en que se relacionan entre sí a lo largo de la historia. Surgirán curiosidades, anécdotas relevantes y el modo en que la música ha influido en las artes y viceversa.
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    57:37
  • Los tres grandes ballets de Stravinsky
    El ruso, el neoclásico y el dodecafónico son, a grandes rasgos, los tres periodos en los que puede dividirse la carrera compositiva de este Stravinski.  Alumno de Nikolái Rimski-Kórsakov en San Petersburgo, la oportunidad de darse a conocer se la brindó el empresario Serguéi Diáguilev, quien le encargó una partitura para ser estrenada por su compañía, los Ballets Rusos, en su temporada parisiense. El resultado fue «El pájaro de Fuego», obra en la que se advierte una profunda influencia de su maestro en su concepción general, pese a lo cual apunta ya algunos de los rasgos que definirán el estilo posterior de Stravinski, como su agudo sentido del ritmo y el color instrumental. Su rápida evolución culminó en la  «Consagración de la Primavera» y en otra partitura destinada al ballet «Las Bodas», instrumentada para la original combinación de cuatro pianos y percusión, con participación vocal. En estas obras el músico llevó al límite la herencia de la escuela nacionalista rusa hasta prácticamente agotarla. Pocas noches en la historia de la música han sido tan sonadas como la que se vivió en París el 29 de mayo de 1913 con el estreno de La consagración de la primavera. Abucheado y alabado a partes iguales –llegó a ser calificado por Puccini como “la obra de un loco”–, el conocido ballet con música de Igor Stravinsky supuso un antes y un después en la historia de la música y el ballet del pasado siglo xx. Compuesto para Les Ballets Russes, compañía del empresario ruso Serge Diaghilev, sus bruscos cambios de ritmo y las texturas armónicas utilizadas son reflejo del primitivismo que constituyó la base de la obra. La fructuosa colaboración entre Diaghilev y Stravinsky comenzó, pocos años antes, en 1910, con El pájaro de fuego. Basado en diferentes cuentos del folclore ruso unidos en un único relato alrededor de la figura del Príncipe Iván, Stravinsky introdujo en este ballet algunos de los conceptos clave en su música, como la descripción de los personajes a través de la música a la manera del leitmotif en la música de Wagner. Así, vemos un claro contraste entre secciones según el personaje que las protagoniza: mientras que Ronda de las princesas o Canción de cuna nos presentan temas más líricos y texturas más delicadas, la Danza infernal del Rey Katschei es marcadamente rítmica y agresiva. En 1911 se estrenaba en París Petrushka. Subtitulado como Escenas burlescas en cuatro actos, el ballet representa la historia de Petrushka, marioneta tradicional rusa, a través de una estética cómica, con melodías infantiles interrumpidas en ocasiones por secciones sombrías que reflejan el trágico destino de la marioneta. Entre las diversas versiones y arreglos de este ballet, Stravinsky creó una pieza virtuosística en tres movimientos para Artur Rubinstein.
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    56:18

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Acerca de ¡Música, maestra!

En Radio Popular/Herri irratia apostamos por la cultura musical en general y por una labor formativa e informativa en particular con ¡Música, maestra!, un programa de música clásica que aborda de un modo cercano y  divulgativo las obras de los grandes compositores de la historia de la música llamada clásica o académica, los instrumentos musicales y sus agrupaciones más relevantes, así como distintos géneros y estilos como el jazz, la ópera, la música coral, los musicales de Broadway y la música para cine. Buena música para todos los públicos. Un programa que disfrutarán los melómanos y que iniciará a los oyentes menos habituados en la apreciación de la música clásica. Margarita Lorenzo de Reizabal es la mano experta que guía el programa con temas, a menudo monográficos, tomando como hilo conductor asuntos musicales y también extramusicales que sirven de excusa para realizar un recorrido sonoro por el repertorio más interesante y asequible a todos nuestros oyentes. Margarita es pianista, directora de orquesta, docente en el Centro Superior de Música del País Vasco, experta en investigación musical y educativa, compositora y divulgadora musical. Pero, sobre todo, es una apasionada de la música y esa pasión es la que transmite en nuestras ondas.
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