El estado de soltería, debería vivirse de la mano de la fe, no es una etapa de pausa ni un tiempo perdido. Es una temporada hermosa y en comunión con nuestro creador, donde el mismo Dios trabaja en lo más íntimo de nuestro corazón, nos forma el carácter, nos devuelve y afirma nuestra identidad y nos enseña a cultivar una plenitud que no dependerá de una relación con una persona, sino una plenitud dada por Su presencia. No se trata de quedarnos quietos esperando alguien que llegue a completarnos, sino de permitir que el Señor nos moldee para amar desde la madurez, desde el servicio y desde la entrega genuina, libre y fiel.Este tiempo también es una oportunidad para crecer, servir y descubrir quiénes somos en Dios, sin distracciones ni comparaciones. La espera, cuando se vive en Su voluntad, no es desesperación, sino preparación, es una Espera Edificante.Confiamos en que el mismo Dios que sembró el deseo de amar y ser amados, será fiel en cumplir su promesa a su tiempo, mientras nos enseña que no estamos solos y mucho menos incompletos, y que no hay estación vacía cuando caminamos con Él.“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.” Eclesiastés 3,1.
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23:58
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Herida Paterna
Vivimos tiempos en los que la figura masculina, y en especial la del padre, ha sido distorsionada y debilitada. Pero si miramos más de cerca, descubrimos que esta pérdida de sentido tiene una raíz aún más profunda: el alejamiento del corazón del Padre celestial.Nos cuesta reconocer el amor de Dios Padre porque no cultivamos intimidad con Él. Hemos llenado nuestros días de prioridades que nos distraen: personas, situaciones, cosas… y olvidamos lo esencial: una relación sincera, leal y real con Aquel que no solo nos dio la vida, sino que puede transformarla por completo.Solo cuando decidimos acercarnos a Dios, escucharlo, y dejar que nos enseñe, comenzamos a ver diferente, a vivir diferente. Es Él quien nos devuelve nuestra verdadera identidad y nos guía hacia nuestro propósito. Y es en esa cercanía donde aprendemos a vivir como hijos… y también como padres, capaces de reflejar a Cristo con nuestras acciones, nuestras palabras y nuestro ejemplo.Porque el mundo no necesita figuras perfectas, necesita hombres que amen con el corazón del Padre.
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22:30
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Libre Autoridad
Para que nuestro mensaje tenga verdadero impacto, debe estar en armonía con nuestra forma de vivir. No se trata solo de hablar con elocuencia, sino de reflejar con nuestras acciones lo que creemos. Un liderazgo auténtico nace del ejemplo, no de la imposición. Jesús nos mostró ese modelo: no se quedaba al margen, sino que enfrentaba cada situación con amor, entrega y coherencia. Su vida hablaba incluso más fuerte que sus palabras, y eso despertaba en las personas el deseo sincero de seguirlo. De la misma manera, nuestro testimonio cobra fuerza cuando lo que decimos está respaldado por una vida vivida con propósito.Cuando vivimos con integridad y respondemos a su llamado con fe, nuestras palabras tienen autoridad, no por nosotros, sino por la coherencia que refleja a Cristo en nosotros.
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Volver al Principio
San Juan Pablo II en su catequesis de la Teología del Cuerpo, nos enseña que la Familia no solo es el don total y sincero entre un hombre y una mujer en el sacramento del matrimonio sino que es el reflejo vivo del amor de Dios. Por eso, el matrimonio no es solo una promesa, sino una vocación: un llamado a amar como Cristo ama, con entrega, con sacrificio, con alegría, con esperanza. En un mundo y en tiempos donde muchas veces se pierde el sentido del amor, la familia nos recuerda que ella misma es como una pequeña luz que nos reitera que fuimos creados para amar y ser amados, no solo en palabras, sino con todo el corazón. Por eso tengámos siempre presente que la Familia está fundada en el amor verdadero y que es allí el primer lugar donde cada persona descubre que es amada no por lo que hace, sino simplemente por ser.
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23:32
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Herida Materna
A lo largo del camino de la vida, atravesamos situaciones y vivencias que muchas veces no comprendemos del todo. Pero al detenernos en oración y permitir que el Espíritu Santo ilumine nuestro interior, descubrimos que muchas de esas experiencias tienen su origen en heridas profundas, causadas —a veces sin intención— por personas que amamos, incluso por nuestra madre.Hoy, el Señor, que es tierno y compasivo, se acerca a ti como el buen Pastor. Él desea conducirte con amor por un camino de sanación, ayudarte a reconocer esas heridas y derramar sobre ellas su misericordia. Te ofrece la gracia del perdón, la fuerza para la reconciliación y la paz que solo su presencia puede dar. En Él, todo puede ser restaurado, y en su amor, puedes renacer como una nueva criatura.