Emilio Eyre, un sacerdote gallego amigo de los Borbones al servicio de la CIA, de Franco y de la Virgen de Fátima
Exactamente un año después del fin de la guerra civil española, el 1 de abril de 1940, Francisco Franco firmaba la orden para la construcción de un monumento funerario en el que perpetuar la memoria de los muertos durante el conflicto, al que se le conoció como “Valle de los Caídos”. 30.000 metros cuadrados en San Lorenzo de El Escorial, cuya construcción se alargó durante diecinueve años con dinamita y miles de trabajadores (algunos presos políticos). La idea del régimen era que este lugar fuera el lugar de reposo de los héroes y mártires de la “Cruzada”, llamada así por el franquismo debido a al respaldo que el bando nacional tuvo por parte de la Iglesia Católica durante la guerra. A pesar de ello, más adelante también se enterraron miles de cuerpos republicanos, dando lugar a una fosa común de 33.833 personas, cifra que el 23 de noviembre de 1975, aumentó con un cuerpo más, el del mismísimo Francisco Franco, que permaneció allí hasta el 24 de octubre de 2019, cuando fue trasladado al cementerio municipal de Mingorrubio. Durante aquellos días hubo quien creía que existía otro lugar mejor donde dejar descansar al dictador, un fabuloso santuario abandonado en Galicia, promovido por un cura que trabajó para la CIA, que era amigo de los Borbones, del propio Franco y que quiso erigir en su tierra el primer templo dedicado a la Virgen de Fátima en España: Emilio Francisco Eyre Lamas.